La pintura presenta tres planos que componen una escena caótica y reflexiva. En el primer plano, se muestra a mi hija, estática con su gato, visiblemente confundida por la realidad que la rodea. Este cuadro refleja la preocupación de ser padre en una sociedad caótica, donde el impacto del caos en los cimientos del ser humano genera conflictos internos y comportamientos erráticos. La exposición desde temprana edad a un adoctrinamiento civilizador y tecnológico se convierte en una fuente de angustia, manipulando al individuo hacia un estado de ingenuidad ante una guerra tanto metafórica como real.
En el segundo plano conceptual y técnico de la obra, elementos del videojuego Mario Bros como Mario, bloques de sorpresa y monedas se entrelazan con símbolos de guerra como balas y explosiones. Estos elementos están dispuestos dinámicamente en la imagen, representando un entorno saturado de peligro y violencia. La presencia de soldados, vehículos militares y una refinería petrolera en llamas subrayan la narrativa de conflicto y caos.
El tercer plano aborda la crítica social al sistema económico capitalista a través de la ironía y el sarcasmo, utilizando el videojuego como metáfora de la vida: una búsqueda constante de premios y poderes a través de la acumulación de monedas y el enfrentamiento con obstáculos. Esta reflexión se intensifica al comparar la vida con un juego que se introduce en la psique desde la niñez, perpetuando ciclos de autoexploración y consumo.
Cada escena de la obra se teje con simbolismos que cuestionan la moralidad y los intereses detrás de las estructuras sociales y económicas. Desde la inocencia de mi hija hasta la complejidad de los elementos bélicos y videojuegos, la pintura invita a reflexionar sobre el impacto del caos en la psique individual y colectiva, planteando preguntas incisivas sobre la dirección de la sociedad contemporánea y el papel de la tecnología en nuestra percepción del mundo.
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